"Tras la etapa de la tecnología ahora comienza la fase en la que se producirán los descubrimientos científicos". Con estas palabras resumía esta tarde Robert Aymar, actual director del CERN (Laboratorio Europeo de Física de Partículas) el éxito del Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés) el acelerador de partículas que busca reproducir las condiciones físicas que dieron lugar al Universo y que se ha puesto hoy en marcha.
Igualmente exultante el público asistente - científicos y periodistas, básicamente, porque la inauguración oficial con jefes de Estado será el 21 de octubre- ha jaleado con aplausos cada vez que el haz de protones cubría un octante, la octava parte de los 27 kilómetros del túnel circular que constituye el gran colisionador.
La ceremonia ha transcurrido en un ambiente desenfadado con conexiones con Chicago y Japón. Aymar ha querido tener hoy como invitados de honor a los cinco directores que le precedieron en el cargo, entre ellos Chris Llewellyn, que ocupó el cargo entre 1994 y 1998. Llewellyn ha recordado que el laboratorio se enorgullece también de haber sido el escenario donde se inventó la World Wide Web, aunque no precisamente para el uso más popular que tiene hoy. "Se inventó para que los físicos de partículas intercambiaran enormes cantidades de datos complejos", ha recordado.
Éxito doble
Hacia las 9.30 el primer haz de protones recorría en el sentido de las agujas del reloj el túnel del LHC. A las 15.00 horas un segundo haz de protones, esta vez en el sentido contrario a las agujas del reloj, completaba el mismo recorrido. No esperaban conseguir tanto en una sola jornada los padres de este proyecto que se apunta pues un doble éxito en el día de hoy. No obstante, todavía habrá que esperar para el primer choque de partículas subatómicas en el interior del LHC.
La historia de este mastodóntico proyecto, que por fin ha echado hoy a andar, se remonta años atrás. En 1993, el ministro británico de Ciencia, William Waldegrave, reparó en que su departamento estaba gastando mucho dinero en la búsqueda de una cosa llamada "el bosón de Higgs", y lanzó el desafío: "No sé si financiaré la búsqueda del bosón de Higgs, pero le pago una botella de champán a quien logre explicarme qué es". El LHC tiene también otros objetivos, pero el principal es encontrar el bosón de Higgs, apodado "la partícula-Dios" por el premio Nobel Sheldon Glashow. Es una predicción central del modelo estándar con el que los físicos describen el mundo subatómico, y observarlo requiere las altas energías de colisión que alcanzará el LHC, un esfuerzo de 6.000 millones de euros.
¿Una catástrofe planetaria?
Esas altas energías también han llevado a algunas personas a temer que el LHC pueda causar una catástrofe planetaria, mediante la creación de un agujero negro u otros fenómenos. Estos catastrofistas han llegado a presentar dos demandas judiciales contra el acelerador de Ginebra. El grupo de físicos reunidos en el Consejo Asesor de Seguridad del LHC (LHC Safety Assessment Group, o LSAG) ha concluido, sin embargo, que "incluso si el acelerador llegara a producir microagujeros negros -una posibilidad contraria al modelo estándar de la física de partículas-, estos serían "incapaces de agregar materia en torno a ellos de una forma que resultara peligrosa para la Tierra".
El campo de Higgs fue postulado en 1963 por media docena de físicos, de los que el británico Peter Higgs ni siquiera era el más destacado (de hecho, hay quien prefiere llamarlo "campo de Higgs-Brout- Englert-Guralnik-Hagen-Kibble"). Pero fue Higgs el primero en hablar del "bosón de Higgs". El campo de Higgs y el bosón de Higgs son dos formas de ver el mismo fenómeno. Esta dualidad se deriva de uno de los principios más desconcertantes -pero también mejor establecidos- de la física cuántica (la antiguamente llamada "dualidad onda-corpúsculo"). El caso más familiar es el de la doble naturaleza de la luz, que consiste a la vez en un campo electromagnético y en un chorro de partículas, o fotones.
El modelo estándar de la física subatómica divide las partículas en dos grandes grupos: las que constituyen la materia (fermiones, como los quarks) y las que transmiten las fuerzas (bosones, como el fotón). El propuesto bosón de Higgs, por tanto, sería una partícula, y eso es lo que los físicos esperan observar en el nuevo superacelerador de Ginebra. Si el bosón de Higgs aparece en el LHC en los próximos años, la última pieza habrá encajado y el modelo estándar habrá recibido el espaldarazo definitivo. En caso contrario, habrá que modificar el modelo en sus fundamentos más básicos.
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