Google ha vuelto a sorprender al mercado y a encender las alarmas entre sus competidores, especialmente en Microsoft, su principal rival. Lo ha hecho con un navegador, desarrollado en secreto en sus laboratorios de Mountain View, con el que pretende dar el golpe para consolidar su liderazgo en la era de internet. Y es que Chrome, un aparentemente inofensivo navegador, esconde un arma potencialmente mortífera para el gigante del software. La razón es que actúa como una plataforma desde la que hace funcionar todas las aplicaciones que están disponibles en la red. Esto es, Chrome hace las veces de un sistema operativo, lo que en la práctica supone que el usuario no necesitaría en su PC el sofisticado y omnipresente Windows. Sin duda, un problema para quien tiene en los sistemas operativos uno de sus principales negocios.
Se reabre así la guerra navegadores-sistemas operativos. Lo intentó Netscape contra Microsoft hace una década y fracasó, seguramente por falta de infraestructura de banda ancha y de aplicaciones preparadas para descargar desde internet. Y porque el gigante de Redmond le dio la puntilla al unir gratis su navegador Internet Explorer con su todopoderoso Windows. Ahora, sin estos obstáculos tecnológicos y con un Microsoft frenado por las autoridades de la competencia, Google se perfila como un rival muy serio, con fortaleza financiera y su marca global.
Hoy se hace más realidad la idea de que la red es el ordenador. Pero Google deberá demostrar su capacidad para crear un imperio en internet, como el que Microsoft construyó en la era ofimática, cuando todas las aplicaciones estaban en el disco duro de los PC. Ya tiene programas de tratamiento de textos y hojas de cálculo online, además de aplicaciones de vídeo y geolocalización. La gran duda es saber si Microsoft responderá con una estrategia a la altura de las circunstancias o dejará terreno al poderoso buscador. Los pasos de éste también han de ser seguidos de cerca para que, en todo caso, se preserve la libre competencia.
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