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sábado, 26 de abril de 2008

Combatir la piratería intelectual

Fuente: La Nacion.

Desde que se iniciaron los procesos de integración global se han abierto las puertas para nuevas oportunidades de desarrollo comercial y, para muchas economías, la ocasión ideal para diversificar sus mercados y encontrar socios estratégicos. Sin embargo, esta accesibilidad se puede desvirtuar cuando no se tiene en cuenta la propiedad intelectual y entra en juego la piratería, que pone a nuestra disposición la reproducción en Internet de contenidos protegidos, sin el consentimiento de los titulares de los derechos.

La piratería es un término popularizado para referirse a la copia de obras literarias, musicales, audiovisuales o de software efectuada sin el consentimiento del titular de los derechos de autor o, en su defecto, sin autorización legal. La continua violación de las leyes sobre los derechos de propiedad intelectual en los países en vías de desarrollo desanima a las compañías internacionales a la hora de invertir en sus mercados. Este ilícito reduce la rentabilidad de las inversiones, expulsa a las empresas del negocio y, en último término, ocasiona un descenso de los ingresos de la industria y un aumento del desempleo.

Como respuesta, los gobiernos han establecido distintas políticas para proteger los derechos de propiedad intelectual de los artistas y preservar los incentivos a la creación intelectual y a la innovación tecnológica. Estas políticas se han centrado, principalmente, en perseguir a quienes se benefician con la piratería y en concientizar al público acerca de cómo la piratería afecta a la industria del entretenimiento y a los propios autores. El fenómeno también perjudica el proceso productivo, ya que los productos apócrifos dañan la economía, pues al ser imitaciones de los artículos reales y venderse en el mercado negro evaden el pago de impuestos, al evitar así que el Estado utilice esos recursos para mejorar los sistemas de salud, educación y seguridad social.

Asimismo, la piratería destruye el concepto de competencia, pues los productos legítimos difícilmente pueden competir con los bajos precios y la mala calidad de esos artículos. Por consiguiente, es necesario completar el combate a la piratería con estrategias en todos los niveles. Desde la prevención hasta el fomento de la cultura de la legalidad, es prioritario atacar los puntos en los que se crea y desarrolla ese delito.

Durante diciembre último, la consultora Ipsos-Mora y Araujo realizó una encuesta que comprendió a 500 personas de entre 16 y 65 años de todas las clases sociales de la Capital y los principales partidos del conurbano bonaerense. Los resultados fueron sorprendentes, aunque esperados. Seis de cada diez argentinos están dispuestos a comprar productos falsificados que cuesten la mitad o menos que el artículo original. Además, la encuesta reveló que hay menos respeto por lo legal entre los más jóvenes. El 72 por ciento de los jóvenes de 16 a 29 años compra un producto falso si cuesta la mitad que el original. Lo mismo sucede con el 67 por ciento de los que tienen entre 30 y 44 años, el 38 por ciento de los de 45 a 59 años y sólo el 19 por ciento de los mayores de 60.

Las falsificaciones no se detienen ante ningún producto, pero tienen tres campos predilectos: las marcas, el diseño y las patentes. A este tercer ámbito pertenecen los medicamentos y las máquinas. Sólo en medicamentos, el diez por ciento del mercado mundial es falsificado, cifra que en los países más pobres asciende al 20 por ciento. Si esta tendencia se mantiene, en 2010 el valor total de las ventas de medicamentos falsificados ascendería a 75.000 millones de dólares, según alertó la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La piratería representa la parte visible de una cadena más amplia de delitos en la que se sustenta una auténtica industria criminal, amparada en la ilegalidad y en la impunidad. Uno de los eslabones que la sostiene es la corrupción, y cuando ésta existe en una sociedad, la piratería, el contrabando y la falsificación se vuelven actividades más rentables, ya que la aplicación de la ley se hace más dificultosa. Es así, entonces, que la piratería se convierte en una actividad de bajo riesgo para los falsificadores, con altos rendimientos para todos los que participan en la cadena.

Hoy, Día Mundial de la Propiedad Intelectual, resulta oportuno exhortar al Gobierno y a la sociedad para emprender las acciones e impulsar las transformaciones que exige una realidad global en la cual la piratería constituye una auténtica amenaza al desarrollo. Por ello, es necesario asegurar para el futuro que el respeto por los derechos de autor se afiance y que se generen las condiciones para que florezcan el comercio, la inversión y las empresas legítimas, en un ambiente de transparencia y de respeto a las leyes.

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